14 horas, La Ciudadela, el día es casi perfecto. El calor no impide que las parrillas de las casas cercanas al estadio sigan humeando, ni interrumpan los almuerzos familiares. Mientras tanto, en la “Santa Cantina”, los preparativos comienzan a alistarse para el evento del día: el partido frente a Alvarado. Las mesas están reservadas, los televisores acondicionados y las sillas colocadas. Estas son algunas de las tareas que ocupan a los empleados del club. El objetivo es claro: aunque haya 1.676 kilómetros entre Tucumán y Mar del Plata, los hinchas brindarán su aliento al club de sus amores. Y no hay mejor lugar para hacerlo que en ese sitio donde ya vivieron tantos momentos.

Los más precavidos que habían reservado un lugar llegaron alrededor de las 2.30. Raúl González y Gianina Gómez fueron de los primeros en ingresar al local. Ambos habían ideado la salida como un plan familiar para compartir la pasión junto a sus hijos Felipe, Thiago, Adriano y Joaquín. “Es nuestra casa y es la primera vez que venimos a verlo acá. Creo que puede ser una gran experiencia porque los chicos pueden contagiarse de la locura que se vive en este lugar. Quiero que ellos disfruten de todo esto. Más porque ya se vive un clima de final”, dijo Raúl, quien anticipó que tiene todo listo para la final. “Esperamos que sea en Córdoba, pero vamos a viajar a dónde sea”, añadió.

Los planes varían según los protagonistas. Algunos optaron por almorzar en el lugar; otros aprovecharon la ocasión para compartir una bebida o picar algo liviano. El menú ofrece milanesas a la napolitana, empanadas, gaseosas y demás.

Cinco minutos más tarde, Nelson Castillo estacionó su camioneta y empezó su recorrido hacia la mesa reservada. “Vine con mi familia porque la idea es acompañar al club. Mi hijo fue él que encargó todo. Él me dijo que vio el video en las redes sociales y decidí decirles a ellos para que vengamos. Solo espero que ganemos. Creo que va a salir 2-0”, palpitó sin saber que Iván Molinas y Junior Arias cumplirían el vaticinio.

Tras un intenso viaje en moto, David Luna es otro de los fanáticos presentes. El hincha, a diferencia de otras oportunidades, solo llegó acompañado por un gorro rojiblanco. ¿Por qué fue solo? “Preferí venir al club porque es el lugar que amo. Vengo casi siempre a la cantina. Hay que aprovechar las instalaciones porque todo esto no existía antes”, comentó.

Poco a poco, la cantina empezó a llenarse al tope de capacidad alojando a más de cien hinchas que se distribuyeron en las 12 televisores ubicadas a lo largo del local. “Siempre organizó este tipo de salidas para compartir con mi viejo, mis hijos y mi hermana. Quiero que ellos sientan un poco de esa pasión”, dijo Daniel Rodríguez, quien llegó media hora antes del inicio del encuentro.

A la hora del pitazo inicial, los hinchas aplaudieron el inicio y más de uno arengó al equipo. Tampoco faltaron los cánticos, aunque la situación más curiosa se vivió al minuto 7’. No es que ocurrió una gran llegada de San Martín. Es más, el equipo de Flores recién se estaba acomodando en el estadio Minella. Sino que la computadora que distribuía la señal a todos los televisores lanzó una advertencia: “Batería baja”. Inmediatamente, los silbidos funcionaron como una especie de alarma para los organizadores que solucionaron el problema.

La primera explosión de la tarde sería siete minutos más tarde. Ulises Vera lanzó un centro perfecto al corazón del área e Iván Molinas, de cabeza, desataba el grito de los hinchas. Brazos en alto, golpes a los asientos, aplausos y hasta un bebé en alto fueron algunas de las imágenes que quedaron de ese momento de felicidad. Una situación similar se vivió cuando Junior Arias amplió la ventaja en Mar del Plata.

Darío Sand fue otro de los futbolistas ovacionados. Las grandes atajadas que realizó frente a Guillermo Sánchez y Diego Becker hicieron que más de un hincha se pare de su asiento y aplauda al arquero.

La situación no se modificó en el complemento. Claro; el equipo casi no sufrió sobresaltos, y los hinchas mucho menos. Quizá el momento de éxtasis se dio a minutos del final, cuando los fanáticos empezaron a corear las canciones clásicas del club. Una vez terminado el duelo, la fiesta continúo dentro de las instalaciones.

Así, los hinchas encontraron un búnker ideal para celebrar la victoria y, sobre todo, disfrutar del gran presente que atraviesa San Martín. Aunque todavía sueñan con el gran objetivo: el ascenso a la Liga Profesional.